
Recuerdo el afán de Mae por poner en práctica sus rudimentarios conocimientos de inglés y su deseo de perfeccionarlos porque aspiraba a convertirse en guía turística y, así, poder contribuir en un futuro a la mejora de su bienestar personal y el de su familia… como a Budy, le costaba comprender, ¡buen indonesio!, que yo vivía en un territorio continental y no en una isla y como, al mismo tiempo, manifestaba un insistente interés porque le explicara cómo era eso de la energía solar porque se había enterado de que en Europa obteníamos electricidad de la luz… o a Luis afirmando que, a pesar de todas las dificultades y problemas tremendos a los que se enfrentaban los peruanos como sociedad, la situación del país había mejorado y creía que iba a seguir haciéndolo y como afirmaba con rotundidad que a su hijo no le iba a tocar dormir en la calle como le había ocurrido a él tiempo atrás.
El afán de mejora personal, de contribuir con nuestro esfuerzo al bienestar de los seres que nos son queridos, la fe en el futuro y la curiosidad ante lo desconocido son unos rasgos con los que me identifico a título individual como ser humano… Y a lo largo de las conversaciones que acabo de reseñar, y de muchas otras, he logrado en múltiples ocasiones identificarlos en mis semejantes y esta circunstancia ha sido, es y, espero, sea, la que me ha permitido empatizar con ellos más allá de las evidentes y enriquecedoras diferencias culturales que parecen separarnos.